Puede parecer una mezcla entre “El Gran Gatsby” por la intervención de un omnipresente Di Caprio, que está francamente bien encarnando a otro multimillonario promotor de fiesta aunque con menos clase y mucha más desvergüenza, y una especie de locura desenfrenada tipo “Resacón en Las Vegas”, en la que por suerte dejan disfrutar al espectador de las continuas juergas. Todo ello en un contexto similar a “Wall Street” de Oliver Stone.
Podríamos decir que es un filme muy masculino, mostrando sin tapujos el comportamiento más básico andrógeno. Es ahí donde se vuelve descarada y hasta escandalosa. Es posible que ciertas mujeres se sientan ofendidas al verla, ya que la figura femenina no queda en muy buen lugar, prácticamente reducida a un mero objeto. Digamos que evidencia cómo se comportaría la mayoría de los hombres si tuvieran el dinero que llegó a tener Belfort con esa edad.
Habla de personas sin escrúpulos ni moral pero también de las de honor, honradez y justicia, donde el concepto de triunfo y fracaso se confunden.
Otro aspecto, para mí más obsceno, es el consumo abusivo y compulsivo de drogas, que se expone con el realismo propio de esos ambientes. A veces asociada a situaciones cómicas y otras destapando su lado más crudo y amargo. En cualquier caso solo pretende manifestar una realidad, no hacer apología.
Está repleta de secundarios no muy conocidos pero que representan su papel a la perfección. Destacan el disparatado compañero interpretado por Jonah Hill y que nos puede recordar al Zach Galiafanakis de “Resacón”, la belleza extrema de Margot Robbie, el gran trofeo de Belfort, y la corta pero hilarante intervención de Matthew McConaughey que protagoniza uno de los momentos más memorables de la película.
Su punto débil es, sin duda, su excesivo metraje (3 horas), pero por fortuna lo que Scorsese deja en su montaje final tiene la virtud de entretener en todo momento.
28/01/2014